Nadie lo planeó. Pero sucedió. Mientras algunas cepas se preocupaban por parecer complejas y profundas, la Bonarda se quedó siendo ella misma: frutada, amable, directa. Y en ese gesto de honestidad encontró algo que muchas marcas persiguen sin éxito: la conexión con los jóvenes.

No es que la Bonarda se hizo joven. Es que los jóvenes encontraron en ella un vino que habla su idioma: el del disfrute sin solemnidad.

¿Qué buscan los sub-35 en una copa?

Los sub-35 no buscan etiquetas premiadas ni discursos técnicos. Buscan experiencias que se sientan propias. Vinos que acompañen, no que impongan. Y la Bonarda es todo eso: rica, versátil, accesible y —clave— sin pretensiones.

Es un vino que no te pide que lo entiendas. Te invita a que lo tomes.

“Para mí, la Bonarda es como el vino que te da la bienvenida. No necesitás saber de vino para disfrutarla. Y encima, ¡queda bien en la mesa y en la historia de Instagram!”,
— Valentina, 28 años, sommelier y comunicadora del vino.


¿Por qué la Bonarda conecta con los sub-35?

🍷 Precio accesible. Podés probar sin miedo al gasto.
📱 Estética pop. Las etiquetas se diseñan pensando en redes sociales.
🧃 Perfil sensorial amigable. Fruta roja, cuerpo medio, taninos suaves.
🕺 Descontracturada. Ideal para la previa, la cena con amigxs o un picnic.
🔁 Repetible. No cansa. Y eso fideliza.


Las bodegas tomaron nota

Desde pequeños proyectos hasta marcas consolidadas, muchas bodegas están repensando sus Bonardas con esta generación en mente. Naming provocador, ilustraciones jugadas, lenguaje fresco y propuestas que se venden tanto por el contenido como por el continente.


¿Tendencia o nuevo clásico?

La Bonarda no busca competir con el Malbec. Juega otro partido. Uno más relajado, más inclusivo, más canchero. Y eso no solo la posiciona como el “vino de los jóvenes”, sino como la cepa perfecta para el nuevo paradigma del consumo de vino.

Menos reglas. Más goce.