Si algo aprendimos en los últimos años es que el Malbec no es uno solo. Es una variedad camaleónica, capaz de mostrar la identidad del lugar donde crece como pocas otras cepas. Por eso, hablar de Malbec argentino hoy es hablar de diversidad.
Luján de Cuyo , cuna histórica del Malbec, ofrece versiones clásicas, con fruta madura, taninos redondos y una elegancia que nunca pasa de moda. Valle de Uco , en cambio, aporta altura, frescura y tensión. Sus suelos calcáreos le regalan al Malbec una boca vibrante, más filosa, ideal para los que buscan un perfil moderno.
Pero el mapa sigue creciendo: Salta , con viñedos por encima de los 2.000 metros, da vinos intensos, florales, con mucha personalidad. En el otro extremo, la Patagonia suma frescura, delicadeza y una acidez natural que sorprende. Y San Juan , La Rioja , e incluso nuevas zonas como Córdoba , también se están animando con etiquetas que rompen moldes.
Además, hay un boom de estilos. Malbec joven y sin madera, para tomar al paso. Malbec de guarda, con paso por barrica o ánforas. Malbec biodinámico. Malbec en lata. Malbec en magnum. Malbec que se abre a nuevas formas de expresión, más allá de las reglas.
La tendencia está clara: ya no alcanza con decir “es Malbec”. Hoy importa de dónde viene, cómo se hizo y qué historia tiene para contar. Y eso es, quizás, lo más lindo de este viaje: el Malbec argentino todavía tiene muchísimo por descubrir.